sábado, 22 de noviembre de 2014

Formación del profesorado para la alfabetización múltiple.

Se analiza la situación del profesorado respecto a la alfabetización digital, abordando la formación inicial de los docentes para desarrollar las competencias profesionales ante la llamada educación mediática.

La inevitable omnipresencia de las TIC en las vidas de nuestros niños y jóvenes suele considerarse y argüirse como principal razón para promover la integración de los nuevos medios en los currículos, tanto de la formación básica y obligatoria, como de la formación del profesorado que ha de hacerse cargo de ella. Se considera, sin embargo, que sobre esta incuestionable aseveración conviene hacer algunas precisiones. De la presencia de las nuevas tecnologías en la sociedad no puede directamente deducirse, como se hace a menudo, que la escuela y los profesores tengan la obligación de prepararse para su uso, y de ahí que haya que capacitar a estos para el manejo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación. Este planteamiento simplista se basa en una concepción de la educación como reproductora del sistema, al servicio en este caso de la industria informática y de planteamientos de producción neoliberales. La función de los Estados es educar a la personas en libertad y autonomía crítica para transformar, para mejorar, la sociedad. Algo muy distinto de lo que sería preparar a los individuos para que se adapten sin problemas a los requisitos de determinado sistema económico o a los condicionantes de las industrias hegemónicas. No se trataría, por tanto, como sugiere el discurso tecnológico dominante, de preparar competentes usuarios y ávidos consumidores de tecnología en la sociedad digital, sino de preparar personas que puedan conseguir un desarrollo más justo y más humano de la sociedad de la información.

Esta preparación básica, que va mucho más allá de la mera capacitación tecnológica, es lo que podríamos llamar alfabetización. Una alfabetización que, dado el mundo en el que vivimos y al que nos dirigimos, ha de ser digital, mediática y multimodal.

Se refiere a esta nueva alfabetización digital como una «alfabetización múltiple», con tres referentes básicos, imprescindibles e inevitablemente relacionados entre sí: 
-La información, 
-La persona y;
-La sociedad. 

A partir de estos tres referentes, y con las necesarias salvedades, se consideran tres correspondientes dimensiones de la alfabetización múltiple:

•Alfabetización lingüística o informacional, con la información como principal referente.
•Alfabetización ética o moral, centrada sobre todo en la formación integral de la persona.
•Alfabetización relacional o social, donde los fines sociales de la educación y las necesidades de cada época determinan la acción educativa y alfabetizadora.

Estas tres dimensiones de la alfabetización múltiple, o cualesquiera otras que pudiéramos considerar, son complementarias entre sí, habrán inevitablemente de solaparse y, si lo que se pretende es una formación integral de la persona para la sociedad de su tiempo, no tienen sentido por separado. Encontramos, sin embargo, ocasiones en las que es tal la polarización de los contenidos y objetivos hacia la dimensión informacional que parecen olvidarse los otros aspectos. 
La popularización y la interpretación restrictiva de los términos «alfabetización digital» y «competencia digital» han servido en la última década para incrementar este sesgo.

La definición que la Comisión de las Comunidades Europeas (2005: 18) adopta para la competencia digital podría ser un buen ejemplo: «La competencia digital entraña el uso seguro y crítico de las Tecnologías de la Sociedad de la Información para el trabajo, el ocio y la comunicación. Se sustenta en las competencias básicas en materia de TSI: el uso de ordenadores para obtener, evaluar, almacenar, producir, presentar e intercambiar información, y comunicarse y participar en redes de colaboración a través de Internet». En realidad, las autoridades educativas, tanto europeas como españolas, parten de los resultados del proyecto de Definición y Selección de Competencias (DeSeCo) de la OCDE (Rychen, D. S. y Salganik, L. H. (eds.) (2003), pero parecen hacerlo de forma restrictiva al centrar la competencia digital en el uso de las tecnologías de la sociedad de la información. Sin embargo, según el resumen ejecutivo de la OCDE (2005) sobre la definición y selección de competencias clave: «Una competencia es más que conocimientos y destrezas. Involucra la habilidad de enfrentar demandas complejas, apoyándose  y movilizando recursos psicosociales (incluyendo destrezas y actitudes) en un contexto en particular». Según las recomendaciones de la OCDE, «cada competencia clave deberá contribuir a resultados valiosos para sociedades e individuos; ayudar a los individuos a enfrentar importantes demandas en una amplia variedad de contextos; y ser relevante tanto para los especialistas como para todos los individuos».

Uno de los grandes riesgos que corremos en la actualidad es confundir la parte con el todo. Los conocimientos y destrezas necesarios para el manejo de las TIC son solo parte de la competencia digital, que, como competencia
básica que es, debe contribuir al desarrollo de la persona y de la sociedad. Otro peligro asociado al anterior al definir y estructurar tanto la alfabetización básica como la formación del profesorado es la atomización de los planes en competencias demasiado específicas que nos hagan perder la visión global de la alfabetización múltiple y olvidar los fines últimos de la educación.


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